miércoles, 15 de octubre de 2014
Cuentos clásicos orientales. La estrella.
Zazen desnuda completamente al ego que nunca está satisfecho. Si la fe no aparece, la gente duda y no puede continuar.
En otro tiempo, un joven monje presa de estas dudas, no podía comprender qué había que hacer para creer, para tener fe. Fue a ver a su maestro y le preguntó si podía esperar comprender en el
futuro, aunque sólo fuera un poco.
-No es necesario comprender -respondió el anciano maestro.
-Si no comprendo ¿cómo puedo tener fe? -preguntó el monje.
-Inútil tener fe.
-Entonces no entiendo nada.
-Lo único que necesitas es una fuerte certeza.
Anochecía y el anciano maestro salió del templo con su discípulo. Apuntando hacia el cielo con el dedo le preguntó:
-¿Ves la estrella que brilla allí arriba?
El joven miró en la dirección indicada y respondió: -Sí, la veo.
-¿Ves ahora esa otra que está justo al lado? -No hay ninguna al lado -dijo el discípulo.
-Mira bien.
Y efectivamente, el discípulo percibió una estrella casi invisible. Si trataba de mirarla directamente no podía verla pero, en cambio, si la miraba ligeramente de soslayo la estrella se volvía perceptible.
El maestro le dijo entonces:
-Es lo mismo que la certeza. Comprender es ver la estrella que brilla. Tener fe, es estar seguro de
que existe una estrella aunque uno no la vea. La certeza interna es saber que existe aunque no se perciba conclaridad. He utilizado esta metáfora para educarte, ahora debes comprender por ti mismo.
Al joven monje le impresionó muchísimo la sabiduría de su maestro, pero se preguntaba cómo podía éste saber que había una estrella invisible justo en ese sitio. El maestro dijo entonces:
-Las estrellas son innumerables; creo que tú y yo no mirábamos la misma. El número de estrellas es tan grande que siempre existe una invisible en cualquier lugar y que sólo se puede ver si se mira
sin mirar.
Recopilado por Fidel Iglesias Quintero
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